¿No amás esa sensación de casa limpia y escritorio recién ordenado? ¿Tener tiempo no apurado para disfrutarlo?
A mi me fascina!!!!!!!!!
Por algún tiempo estuve indagando cómo lograrlo, investigué aquí y allí y siempre me topaba con métodos esterilizados, en los q no hay hijos rondando, todo está clínicamente planificado y si las cosas fallan son tu culpa.
Hasta que un día me dije: Vamos !! que la vida es caos, fluidez, desparpajo, pasión y furia. La vida es espíritu y materia. Es lo que vemos y lo que no. La vida ES. Hay q aprender a saborearla como se va presentando y no tenerla dentro de un check list.
Y así, pasito a paso fui gestando mi método productivo y feliz . Aprendí que el orden femenino debe incluir un espacio para el multitasking. Que no es lo mismo descansar la mente que procastinar. Que es imposible que una madre se desconecte de sus hijos para hacer cualquier tarea, si el pibe llora uno lo escucha en la piel, aunq esté del otro lado de la casa.
Aprendí que para alcanzar esa vida productiva tenía que bajar mis niveles de ansiedad y de exigencia (principalmente conmigo misma) y aumentar mis niveles de serotonina. Y entonces, vivencié una bella sensación de satisfacción y realización como recompensa por el esfuerzo.
La trampa de los objetivos mal planteados
Se puede ser organizada sin perder la frescura de la espontaneidad. Se puede muchachas, yo lo estoy logrando y les aseguro que una vida más organizada (sin dejar de ser vida) es muy refrescante.
Muchas de ustedes quizás se sientan abrumadas por las obligaciones, las deadlines, las actividades de los chicos, las cosas de la casa, la cocina, las camisas que planchar, el trabajo y las miles de metas insólitas (y no tanto) que nos fijamos solo para hacernos sentir más miserables.
- «El lunes empiezo la dieta»
- «El mes que viene voy al gimnasio»
- «Voy a correr 5 km cada fin de semana»
- «Ir en bici a la oficina o el taller»
- «Jugar más con mis hijos»
- «Tejer un suéter para el próximo mes»
- «Cocinar platos sofisticados».
Cuando en realidad… desconozco los principios de la nutrición, no tengo dinero para el gimnasio, nunca corrí en mi vida, no sé andar en bici, nunca estoy en casa, jamás agarré una aguja y/o no sé cocinar ni un huevo frito.
¿Por qué nos exigimos tanto?
¿Por qué queremos ir a la Universidad sin haber pasado por el jardín de infantes?
Es como si quisiéramos fracasar. O, lo que es mucho peor, es como si quisiéramos que esa lista de cosas pendientes nunca fueran alcanzadas.
Al plantear mal los objetivos convertimos lo posible en imposible.
De la lista de «pendientes» a la lista de «cosas logradas»
Todas estas metas-fantasías se acumulan en nuestra cabeza y en nuestra alma. Son como yunques que nos arrastran a la autoconmiseración y la inacción, a la queja y al malhumor.
Hasta que un día, vaya uno a saber por qué, comienzo a comer más sano y me siento mejor. Tengo ganas de ejercitarme… me encuentro con una amiga y caminamos a paso marcha por la plaza del barrio mientras conversamos de nuestras cosas. Me encuentro con mi tía abuela en un café a la salida del cole con los chicos y ella trae las agujas y unos manojos de lana… y mientras los chicos juegan en el pelotero ella me enseña el punto cruz entre risas y recuerdos de la infancia.
Muchas de las miles de cosas que tenemos como «pendientes» siguen pendientes porque buscamos una forma, una forma que no siempre llega.
Queremos saltearnos pasos. Buscamos la perfección o el reconocimiento. Cuando aflojamos las demandas y las planificaciones exageradas, cuando comenzamos paso a paso, las oportunidades se presentan listas para ser aprovechadas.
Tengo mucho más truquitos como este en el e-curso «Simplificá tu vida«. Vas a ver cómo en 21 días podrás abrazar tu vida con alegría y productividad.