«Pregúntate si lo que estas haciendo hoy
te acerca al lugar en el que quieres estar mañana.»Qué vas a encontrar aquí
Walt Disney
Lo veo, lo leo cada día. Cientos de futuros emprendedores que ansían cambiar sus vidas.
Lo veo, lo leo cada día. Hombres y mujeres queriendo huir de vidas que los agobian, los aburren, los enojan; fantaseando con un futuro fantástico y poniendo todas sus esperanzas en un hobbie o en una capacidad.
Lo veo, lo leo cada día. Hombres y mujeres impelidos a cambiar el mundo, su mundo, buscando la manera de dejar su huella; escuchando la voz murmurante o ensordecedora del destino; viendo las señales; tratando de comprender cómo convertir esa urgencia en realidad.
Lo veo, lo leo cada día. Hombres y mujeres que luchan, que fracasa, que lo intentan, que se quedan paralizados, que triunfan, que se reinventan, que temen, que se encienden, que se apagan.
Lo veo, lo leo cada día.
Seguramente ustedes también.
Cada historia es única e irrepetible, como lo es cada vida. Pero, como no puedo con mi naturaleza, siempre intento comprender lo que las une.
A todas las une un sueño.
La vida es sueño, luego, hay que saber soñar
Los sueños son únicos e irrepetibles, como lo es cada vida. Pero no todos los sueños están predestinados a convertirse en realidades. Y si bien no está en nosotros conocer el futuro, sino más bien accionar en nuestro presente, creo que la reflexión de hoy puede ayudarlos a repensarlos o reafirmarlos de una manera en la que puedan sentirse empoderados.
Cuando un sueño empodera, la vida se vuelve poesía.
Cuando un sueño nos drena, la vida se vuelve infierno.
A veces confundimos sueños con fantasías y caprichos con propósitos. Y viceversa. Vemos espejismos o nos negamos a ver verdades que se nos presentan con claridad. Pero como siempre está esa extraña costumbre de seguir avanzando a toda marcha, hacia ningún lugar o hacia todos, nos perdemos en los caminos y terminamos odiándonos luego.
Nada más gratificante que volverse un disruptivo.
Un disruptivo, es un ser humano que se rehusa a dejarse arrastrar por el vértigo y la locura efectista y elige detenerse al costado del camino, tirarse en la hierba y pensar en voz alta mirando el cielo sobre él. Y aunque a simple vista pueda parecerles una locura, es el acto más productivo que pueden estar ejerciendo: su derecho y su obligación de reflexionar sobre las cosas.
Ya lo había notado Teilhard de Chardin, el tiempo de la conciencia es ajeno al tiempo de los relojes. De nada nos sirve llegar primeros si llegamos a donde no queríamos.
Por eso los invito a reflexionar sobre sus sueños.
Están los que son, en realidad, actos reflejo del agobio y están los que se presentan con claridad y fuerza. Por estos últimos vale la pena luchar. Cuando la gente confunde sueños con fantasía es cuando más sufre; sea porque no hace nada o porque hace todo y siente que la vida se le escapa. Y aunque se usen como sinónimos, un sueño y una fantasía son cosas distintas.
Un sueño, un verdadero sueño, entra en nuestra vida con la urgencia de hacer. Una fantasía, por el contrario, bucea mejor en el mar del continuo «tal vez» y le da alergia la superficie, la tierra, la posibilidad. Un sueño, conforme pasa el tiempo se hace más claro. Una fantasía, por el contrario, se vuelve más confusa.
¿Qué tan fuerte deseas lo que sueñas?
¿Lo deseas todo? ¿Lo quieres todo? ¿Qué tanto lo quieres?
Demuéstratelo.
No basta con cerrar los ojos. Más bien hay que abrirlos y sentir que ese sueño es algo más que un enunciado bonito. Que ocupa un lugar importante de tu vida y que merece la pena darlo todo por él.
¿Qué estás dispuesto a sacrificar? ¿Qué tan lejos quieres llegar? ¿Qué tanto y tan desesperadamente quieres lo que deseas?
Demuéstratelo
Qué importa que el mundo esté al revés? Qué importa que todos digan que estás loco? Y qué si hay que trabajar sin cansancio para alcanzarlo? Y qué si toca esperar? Y qué si en el medio te sorprende un tsunami.
¿Qué tanto estás dispuesto a jugártela por tu sueño? ¿Qué tan fuerte, qué tan profundo deseas lo que quieres?
Un sueño es como un pan casero.
Necesitas los ingredientes en las proporciones justas. Tienes que embadurnarte las manos. Hay que amasarlo. Cuanto más lo amases más suave y esponjoso te va a quedar. A un pan casero no se lo logra en 15 minutos, lleva tiempo; hay que dejarlo leudar. Hay que preparar las condiciones para que leude. Y luego hay que meterlo al horno. Hay que ajustar la temperatura del horno, y saber esperar.
Un sueño es como un amor.
Tienes que sentirlo en la piel, en las entrañas, en la cabeza. Tiene que transformar cada molecula de tu cuerpo. Tiene que arderte por dentro. Tiene que dejarte sin respiración con solo pensarlo. Te tiene que hacer suspirar o sonreír o llorar mientras caminas por la calle. Porque sí.
Un sueño que no te enamora, es un sueño condenado al olvido.
Un sueño, finalmente -y no por eso menos importante- tiene que acercarte a tu propósito. No a un objetivo. Si te alcanza a un objetivo no es un sueño, es un capricho o una tarea. Un sueño tiene que acercarte a tu propósito, a eso por lo cual naciste y creciste. Un sueño te tiene que hacer mejor persona, te tiene que complementar de alguna manera. Un sueño te tiene que empoderar. Un sueño te tiene que hacer sentir que eres el ser más feliz del mundo mientras lo siembras, cuidas y cultivas.
Si ya pudiste darte cuenta que ese sueño, llámese emprendimiento (o de cualquier otra manera), es el sueño en el que quieres invertir tus energías. Entonces, no demores. Ponte en movimiento, traza un sendero, coloca las fichas, siembra, capacítate, acciona.
Pero no acciones como si fueras un pollo sin cabeza. Que la locura sea tu motor, pero no tu timón. Hay que saber esperar, ejercitar la paciencia y la constancia. La ansiedad es tu peor enemiga; muchos sueños naufragan debido a ella. Si estuviste toda tu vida sin concretar ese sueño o sin saber siquiera que lo tenías, qué te hace pensar que puedas lograrlo en 2 días?
A veces las causalidades se convierten en tu «hada madrina», pero otras veces hay que salir a buscarlas. Cuando te gane la ansiedad, recuerda respirar y pensar en «pan caliente». Todo sueño extraordinario lleva un proceso igual de extraordinario. Y aquí te comparto una frase que me ayuda muchísimo cuando me pongo en plan: «voy a por mi sueño»:
«Si hizo todo lo que tenía que hacer, entonces espere»
El verdadero poder
El deseo es la fuerza del astral, la voluntad es la fuerza del alma. Existe una íntima conexión entre las dos. Cuando solo nos quedamos en el deseo, la vida se vuelve unidimensional y caótica. Nos sentimos en medio de una montaña rusa de la que no podemos bajar.
Pero cuando ese deseo se conecta con la voluntad (y la voluntad siempre es hacer) la vida se convierte en un diamante. Y, ya no importan los pares de opuestos. No dejan de existir, claro… pero ya no nos marean, ya no nos sentimos fuera de control porque comprendemos que el verdadero control es saber dejarse fluir. Hay algo más que nos direcciona, hay algo más que nos hace sentir en foco. Cuando el deseo se convierte en voluntad, el sueño se vuelve realidad.
Así de simple. Así de mágico. Así de cierto.